Una nueva conmemoración del día del trabajador motiva algunas reflexiones sobre el mundo del trabajo y los resultados del gobierno en esta materia. Algo de historia, también.
El trabajo es uno de los grandes organizadores de la vida en comunidad. El empleo genera obligaciones, construye identidades, da objetivos, crea lazos y es la principal fuente de ingresos de la mayoría de la población.
El empleo puede ser factor de realización y de dignidad o puede aparejar frustración y explotación. Puede ser también, la mayor herramienta para el progreso y la movilidad social ascendente.
En la semana en que los trabajadores celebramos nuestro día, hubo tres hechos (solo para mencionar algunos) que son muy sintomáticos del momento que atravesamos.
El Presidente de la Nación, en viaje en Estados Unidos, inauguró en Texas una planta de la transnacional Techint. Al mismo tiempo en Argentina, la empresa deja en la calle a cientos de trabajadores de su planta de Campana. Es decir, la máxima autoridad de los argentinos, realizó en el exterior algo que no puede mostrar en casa: la creación de nuevos puestos de trabajo. Celebración del trabajo ajeno, silencio o complicidad frente a los despidos domésticos.
La lucha de los trabajadores de SanCor, empresa láctea emblemática para generaciones de argentinos, es otro hecho que por estas horas refleja los problemas que atravesamos en nuestro país.
Y si de símbolos hablamos, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es indiscutiblemente uno de los faros culturales de argentinos y latinoamericanos. En el acto de apertura, el Ministro Avelluto tuvo que enfrentar un durísimo análisis del sector efectuado por las autoridades de la feria. Se sabe que la industria editorial atraviesa un momento muy difícil con caída de las ventas, de la producción y del empleo. En esa línea, por estos días se está despidiendo de Pilar la querida librería Matute, concebida como la casa de los autores locales.
Pero no solo las librerías sufren estas políticas. Basta con caminar los centros de las localidades para ver como los comercios cierran sus puertas. Son alrededor de cien los comercios que bajaron sus persianas en nuestro distrito, según distintos estudios.
En marzo último, los despidos en las grandes empresas locales superaron la cifra de los mil, según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Número que al menos se duplica si sumamos a las pequeñas y medianas empresas y al sector informal. Las changas se redujeron y se volvieron menos estables aún.
Datos que se suman al preocupante panorama nacional. Son más de doscientos mil los despidos y suspensiones (CEPA) y más de mil seiscientas las empresas que cerraron sus puertas (AFIP). Las políticas recesivas del gobierno de
Cambiemos sumergieron en la indigencia a más de seiscientas mil personas e “incorporaron” a la pobreza a más de un millón y medio de compatriotas, de los cuales cuatrocientos mil viven en nuestro conurbano bonaerense.
El creciente aumento de los precios, que en alimentos superó el cincuenta por ciento; los tarifazos en los servicios esenciales (las primeras oleadas de frío vienen acompañadas del aumento del precio de la garrafa de hasta un cuarenta por ciento); el inmenso endeudamiento externo que se va en gastos corrientes y fuga de capitales (no ingresan al sistema productivo); el importante déficit fiscal que denostaron en campaña pero agrandan en la gestión, son algunos de los indicadores que encienden todas las alarmas. Por este camino, el trabajo argentino no parece tener repunte.
No son ideas nuevas. La reducción del Estado, la visualización del salario como un costo empresarial y una causal de crisis, la estigmatización del movimiento obrero organizado, la apertura comercial, la ampliación de los márgenes de libertad del mercado, la destrucción de políticas proteccionistas, la desregulación financiera, el congelamiento de salarios, las devaluaciones y el endeudamiento, son ideas y políticas conocidas y padecidas por todos nosotros.
Se trata de un modelo de valorización financiera, que ayer y hoy, estuvo definido por tres variables económicas: el endeudamiento externo, las tasas de interés locales altas y la fuga de capitales. Bicicleta financiera, que le dicen.
Fue el modelo que rompió en nuestro país el esquema de acumulación a partir del trabajo y la producción para colocar la rentabilidad en el sistema financiero generando un proceso de desindustrialización, el cierre de pequeñas y medianas empresas y una mayor concentración de la economía.
Estos cambios también se vieron reflejados en un mercado de trabajo mucho más fragmentado. Aumentaron el número de trabajadores autónomos (electricistas, lavanderas, mecánicos, peluqueros, albañiles, peones, pintores, plomeros, etc.). Se incrementó el cuentapropismo y los empleados de poder jerárquico. Se quebró así el predominio de asalariados industriales, fragmentando los intereses de los sectores populares al mismo tiempo que se homogeneizaban los de las clases dominantes.
Este modelo que fue generando millones de desaparecidos sociales con desempleo y pobreza estructural, marginalidad, desocupación industrial, subempleo y formas precarias de actividades independientes, explotó con el estallido social de diciembre del 2001, y hoy quiere volver.
Nuevamente los argentinos sufrimos las consecuencias del modelo de valorización financiera, en un mundo que cada vez genera menos puestos de trabajo.
Frente a estas cosas, que son mucho más que números y conceptos porque en ellos van los sueños, la posibilidad de progreso y ascenso social y la vida armónica de nuestro pueblo, el campo popular tiene un imperativo moral: la unidad.
Desde los sectores populares tenemos la responsabilidad de construir la alternativa que represente el trabajo y la producción. Y tenemos historia para hacerlo.
En las próximas elecciones el gobierno busca el apoyo de los ciudadanos para avanzar en la flexibilización laboral, sin lugar a dudas. La respuesta de los trabajadores debe ser la unidad, la organización popular y la solidaridad entre pares. En esta elección, compañero trabajador, tenes que hacer escuchar tu voluntad de vivir todos los días mejor y no retroceder en los derechos adquiridos.
Cuidemos el trabajo argentino.