Si tuviéramos que resumir cuáles han sido los ejes de la pelea contra la pandemia, grosso modo diríamos: una parte de las acciones tuvieron que ver con la respuesta sanitaria, y la otra, con ir aliviando las heridas sociales y económicas que dejaban algunas de las primeras.
Es cierto que ningún gobierno del planeta ha hecho todo bien durante esta crisis sanitaria mundial. En la medida que pase la emergencia, podremos ir viendo de acuerdo a los diferentes indicadores, cuán asertivos estuvieron.
Mientras tanto, lo que si podemos observar es que en este camino de ir dejando atrás los picos y las olas, se escuchan algunas alarmas que están sonando y que parecen no ser escuchadas a tiempo por quienes hoy tienen las responsabilidades ejecutivas.
Quizás, en un país como el nuestro, tan acostumbrado a saltar de crisis en crisis, nos hemos acostumbrado a ellas. Resuenan como un telón de fondo, hasta que algún hecho puntual nos sacude indefectiblemente.
En el plano económico, la CAME (Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa) ha publicado en estos días los resultados de su monitoreo sobre ventas minoristas pymes, medidas a precios constantes. El informe indica que las ventas crecieron un 8,6% frente a junio 2020, pero siguen 16% por debajo del mismo mes de 2019, antes de la pandemia.
En Pilar, según los datos de SCIPA las ventas crecieron en promedio un 14.97 por ciento respecto del 2020, pero comparado con el mismo mes del 2019, se observa una caída del -3.27 por ciento.
Estos números fríos reflejan lo que la dueña de un negocio me dijo una tarde con mucha preocupación y tristeza: “Hoy entraron al negocio, dos personas”.
Suponiendo que el Municipio haya tomado las medidas correctas en el plano de lo sanitario, pareciera que no está registrando otras dimensiones de la crisis. ¿No es hora que sus políticas alivien a los cientos y miles de pequeños comercios y que ayude también a sostener el empleo formal? ¿Cuál suponen que es el destino de los que pierden el empleo o cierran sus negocios?
Hace un mes presentamos una serie de proyectos para contemplar esta situación. Y lo hicimos proponiendo actualizar las mismas herramientas que el Departamento Ejecutivo había implementado en 2020, aunque con poca efectividad a la hora de llevarlas a la práctica.
Según el Municipio, el alcance previsto era distribuir unos 210 millones de pesos, si consideramos que esperaban llegar a unos 7 mil comercios, con subsidios de hasta 30 mil pesos. La ejecución presupuestaria 2020 mostró que sólo se gastaron unos de 15 millones de pesos.
No obstante estos problemas de implementación, propusimos un proyecto que actualice y refuerce la medida, con ayudas de hasta 60 mil pesos. También enviamos un proyecto para eximir ciertas tasas a quienes abran nuevos emprendimientos y creen nuevos puestos de empleo.
Lo hicimos teniendo en consideración que el cierre intenso al que se sometió a la actividad económica en 2020 pegó fuerte. Que las aperturas no llegaron a revitalizarla cuando ya se decretaron nuevos cierres, y fundamentalmente porque el Estado Municipal ha sostenido ingresos vía los aumentos con los que se pertrechó en los últimos meses.
Va un ejemplo. Una boleta municipal que me acercó un vecino, en agosto de 2020 pagaba de Tasa por Servicios Generales unos 4900 pesos; y en julio 2021 pagará 8300 pesos. La variación acumuló en esos meses, un 67 por ciento.
Pocos ingresos han empatado a la inflación, y muchos menos le han ganado. El Estado Municipal se encuentra entre esos pocos ganadores. Pero en este caso, la redistribución o la aplicación virtuosa de ese “privilegio” no estaría sucediendo. Lo que resulta en un contribuyente cada vez más ahogado, y un estado cada vez más holgado, vía licuación de sus deudas e indexación de sus ingresos.
¿Qué paso con los proyectos de alivio que presentamos?
Desde su ingreso han transcurrido tres sesiones ordinarias, y numerosas comisiones. Pero en ninguna de ellas, la mayoría oficialista se avino a darles algún tratamiento. Es más. No han presentado un solo proyecto en ese sentido.
Cabría pensar que esto se debe a que la agenda se ocupó con otros proyectos igual o más urgentes o trascendentes para la vida pilarenses.
La labor parlamentaria de esas tres últimas sesiones del Concejo Deliberante se puede resumir así. El 60 % los proyectos aprobados fueron actos simbólicos. Beneplácitos, Interés municipal y algún reconocimiento a un vecino o vecina destacado.
No es que los símbolos, o los apoyos a ciertas políticas sean más o menos importantes. Pero resulta difícil explicar que ante el tamaño de nuestros problemas esta sea la producción legislativa mayoritaria.
Basta con recorrer los centros comerciales de nuestras localidades o hablar con los vecinos. Negocios tradicionales que se fueron, locales vacíos en alquiler o en venta, por un lado, y una proliferación de emprendimientos informales por el otro.
Las señales de alarma están sonando. Uno de los representantes del Polo Obrero, Eduardo Belliboni, que se moviliza por estos días lo describe crudamente: “ A la pandemia del COVID , se le va a sumar la pandemia del hambre y la desocupación si seguimos así”.
El Estado Municipal, tanto el Ejecutivo como el Deliberante, tendría que practicar lo que alguna vez dijo Albert Einstein: “Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.” La oposición está dispuesta a dar esa pelea.
*Concejal, bloque Juntos por el Cambio